Resumen:
Con demasiada frecuencia oímos decir que alguien está “deprimido”, “alterado”, “de los nervios” o sencillamente “loco” y, en general, expresiones como “bipolar”, “anoréxica” o “paranoico” inundan la cotidianeidad. Parece que no queda del todo claro cuál es la diferencia entre una manía y una obsesión y muchas personas confunden el estrés con la ansiedad. De alguna manera, todos los individuos somos vulnerables a padecer una enfermedad mental; creemos que nadie se libraría de tener una depresión si, por ejemplo, perdiera a un familiar querido o fuera víctima de un ataque terrorista. Si nuestras creencias sobre la salud mental resultan ser falsas y erróneas, actuaremos, viviremos y nos comportaremos equívocamente. Sin embargo, resulta inquietante el hecho de preguntarse a uno mismo si “estará perdiendo la cabeza”. ¿Quién no se ha cuestionado aquello de “me estaré volviendo loco”?. Quienes de verdad sufren una enfermedad mental, muy a menudo son desatendidos, incomprendidos, juzgados y estigmatizados sin piedad. La falta de conocimiento y el escaso acceso el mundo de las enfermedades de la mente favorece que muchas personas confundan términos, los apliquen de manera improcedente y, por si fuera poco...